En continua lucha por el Derecho de las Mujeres a la Ciudad y a 30 años de la Convención de los Derechos del Niño, rescatamos la importancia de promover ecosistemas urbanos que contribuyan al desarrollo de las infancias.
El 20 de noviembre se cumplieron 30 años de la histórica Convención de los Derechos del Niño, el tratado internacional firmado por 190 países que estableció los derechos de la niñez y comprometió a los países a trabajar en su efectivización. Se dejaron de lado las concepciones que subsumían a niños y niñas como propiedad de los adultos u objetos de protección, y pasaron a ser valorados como sujetos de derechos que deben ser escuchados y respetados, y cuya participación debe ser estimulada.
Si bien tres décadas después de la Convención podemos decir que los avances han sido muchos, aún queda un largo camino por recorrer. La pobreza, el maltrato y la salud siguen siendo los desafíos más severos. Según un estudio de pobreza multidimensional realizado por UNICEF, el 48% de los Niños, Niñas y Adolescentes de Argentina se encuentra bajo la línea de pobreza. De ese porcentaje, el 20% corresponde a privaciones “severas” como vivir en una zona inundable y cerca de un basural o no haber ido nunca a la escuela entre los 7 y los 17 años.
La metodología utilizada en el estudio de UNICEF no tomó en cuenta solo privaciones monetarias, sino también otras dimensiones que vulneran derechos y determinan situaciones de pobreza: educación, protección social, vivienda, saneamiento básico, acceso al agua y un hábitat seguro. Se refuerza la perspectiva integral de derechos para un adecuado desarrollo físico, mental, emocional y social de las infancias y adolescencias.
En este sentido queremos recordar los aportes de uno de los psicopedagogos más relevantes del Siglo XX respecto de la importancia del hábitat y los ecosistemas urbanos en el desarrollo de las infancias.
La ciudad de los niños y las niñas
Como urbanistas feministas luchamos por el derecho de las mujeres a la ciudad y por la construcción de espacios urbanos que sean accesibles y que respondan a las necesidades y deseos de toda la población. Rescatamos la importancia de promover ecosistemas urbanos que contribuyan también al desarrollo de las infancias.
Francesco Tonucci es un docente, pensador, psicopedagogo y dibujante italiano de casi 80 años. Reconocido mundialmente por su proyecto “Ciudad de los Niños”, que puso en práctica en 1991 en Fano, Italia, problematizó la forma en que las ciudades están estructuradas y construyó una ciudad cuyo punto de referencia fueron los niños y las niñas.
La Ciudad de los Niños de Tonucci es resultado de un profundo estudio del pensamiento y del comportamiento infantil dentro del ambiente urbano, y encuentra su sustento en la falta de espacios públicos para el disfrute de las infancias, la priorización de emprendimientos comerciales o infraestructuras para la circulación de automóviles, y la estructura misma de las ciudades contemporáneas que tienden a la especialización y la separación como criterio de desarrollo.
Frente a este panorama, el psicopedagogo propuso una serie de parámetros para un planeamiento urbanístico que contemple a la niñez, en vez del actual enfocado en el hombre adulto trabajador. De este modo, como sostiene el pensador, acepta la diversidad intrínseca de las infancias, que es garantía de todas las diversidades. Para Tonucci, era momento de volver a poblar los espacios públicos y de devolver la calle a la niñez (y al resto de las personas).
En el libro “La Ciudad de los Niños”, Tonucci propuso algunas líneas de acción:
– Dar la palabra a los niños y niñas mediante la creación de un Consejo de Niños en cada ciudad, para que sean escuchados y tenidos en cuenta en la Administración.
– Que los niños y niñas puedan salir solos de casa, como objetivo principal. Que puedan recorrer las calles, vivir experiencias propias, para lo que es fundamental renegociar la relación de poder entre el coche y el ciudadano. Que los niños y niñas vuelvan a “ser de todos”, como cuando el vecindario tenía siempre un ojo atento a los niños en el barrio y había una especie de responsabilidad (o solidaridad) social.
– Repensar la ciudad, para hacerla adecuada a los niños y niñas. No solo realizar estudios de la movilidad que privilegien los recorridos peatonales -lo que enlazaría con el objetivo anterior-, sino que, además habría que pensar en las niñeces en los edificios públicos, en los hoteles y en los restaurantes, donde son obligadas a estar quietas y portarse “bien” mientras esperan que los adultos terminen. Estudiar la manera de mejorar los anodinos parques infantiles, diseñados de espaldas a la diversión y la experiencia del niño/a, siempre en la búsqueda de esa falsa sensación de “seguridad”. Que las opiniones de los niños y niñas sean tenidas en cuenta para el planeamiento urbanístico de la ciudad, enlazando con el primer objetivo, debería ser parte fundamental para alcanzar este objetivo.
Francesco Tonucci apuesta a otro planeamiento urbanístico que contribuya a que los derechos de las infancias sean efectivos; que puedan vivir sus propias experiencias en la ciudad, abandonar los miedos que nos hacen recluirnos en las viviendas o reunirnos en espacios “especializados” como los centros comerciales. Este proyecto propone soluciones a la degradación de las ciudades, creando una nueva filosofía urbanística donde los niños y niñas sean el parámetro a seguir y la garantía de una ciudad diversa y mejor para todos y todas. Es, sobre todo, un proyecto que insiste en la necesidad de devolver las calles a las personas y recuperar, así, la vida pública, base de la vida en comunidad.
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