El primer día de junio volvimos a tener la dolorosa imagen del desalojo forzoso de un barrio entero. Como en la dictadura, el Barrio Comunitario Parque Esperanza del municipio cordobés Juárez Celman, fue arrasado por las topadoras, el fuego y la violencia policial. 120 familias, más de 500 personas, quedaron sin techo desde esa madrugada, la más fría de 2018. La resistencia de esta práctica sistemática, que sustenta el modelo extractivo en las ciudades a merced de los empresarios inmobiliarios, tiene como protagonistas a las mujeres. Ellas son quienes defienden con uñas y dientes el derecho a la vivienda y a la tierra.
La magnífica arquitecta y urbanista Raquel Rolnik, ex relatora especial de las Naciones Unidas para el derecho a la vivienda afirmó en una de sus conferencias que la ocupación es la acción de resistencia por excelencia. De allí el motivo por el cual el desalojo es el ejercicio de poder estatal más reiterado de los gobiernos que gestionan las ciudades capitalistas. El desalojo es la cara latente de un modelo urbano en el que la vivienda ha perdido absolutamente su calidad de derecho a manos de una mercantilización que se expande hasta el paroxismo. En el caso de Parque Esperanza la razón es la misma: el terreno desalojado va a ser dispuesto para nuevos negocios inmobiliarios. La vivienda y la tierra dispuesta para negocios y no para garantizar el derecho al hábitat digno es una de las problemáticas que intentamos explicar desde el extractivismo urbano.
Juárez Celman Foto: prensa, Gabriela Estévez
Para facilitar la comprensión “utilizaremos el término extractivismo cuando nos referimos a aquellas actividades que remueven grandes volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o que lo son limitadamente), sobre todo para la exportación. El extractivismo no se limita a los minerales o al petróleo. Hay también extractivismo agrario, forestal e inclusive pesquero” (Acosta, 2012:85). La tierra ha sido mercantilizada y es por ello que existe un mercado de bienes (raíces) que, siguiendo la línea de Acosta, posibilita que también haya extractivismo en las ciudades, siendo el suelo urbano el bien removido en grandes volúmenes por el capital. Estamos entonces frente a un modelo de ocupación territorial que se caracteriza por el desplazamiento de poblaciones, la apropiación de lo público y la conglomeración de la riqueza.
Podemos entonces advertir que el desalojo en Juárez Celman responde a ese mismo modelo de extractivismo urbano, de apropiación por despojo, de tierra destinada para la explotación privada con fines lucrativos. Trece órdenes de desalojo fueron emitidas por la Justicia de Córdoba contra el barrio, doce de ellas lograron ser resistidas por las familias y esa resistencia guarda también una particularidad propia de las batallas contra el modelo extractivo en las ciudades: la feminización de las luchas.
Vanesa Villegas resiste el desalojo en Córdoba en el techo de su hogar junto a su hija Foto: captura de video.
Prueba de ello es que la doceava orden de desalojo emitida por el juez Julio Guerrero Marín constaba de dos decisiones judiciales: impedir de manera absoluta la realización del encuentro “Mujeres en Lucha/No al desalojo en Juárez Celman”, y ordenar el desalojo para el 2 de mayo de 2018 y entregar del predio libre de ocupantes a la empresa Urbanor S.A. El festival se llevó adelante aun con la orden judicial que prohibía su realización y el barrio cercado de agentes de infantería. Pero el desalojo no pudo hacerse efectivo en la fecha estipulada porque el juez se encontró con un Parque Esperanza preparado para la resistencia.
El día 2 de mayo, Vanesa Villegas, luchadora del barrio, en entrevista para el diario La Nueva Mañana expresó: “Esta mañana las mujeres, que somos casi el 90 por ciento de quienes vivimos acá, y todos los niños, nos preparamos para resistir la orden de desalojo porque consideramos que no es justo. Nosotros no usurpamos, porque llegamos acá hace cuatro años, de día, sin cortar ningún alambrado, y nos instalamos de forma pacífica. Lo único que pedimos es tierra para poder vivir dignamente y no quedar en la calle”.
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Las vecinas de Parque Esperanza se hicieron presentes en, por lo menos, las dos últimas versiones del Encuentro Nacionales de Mujeres y participaron en los talleres de vivienda y mujeres, a los cuales la autora de este artículo también asistió. En el desarrollo de la discusión sobre la problemática de los desalojos nos ocupamos de indagar sobre la afectación particular o el papel de las mujeres en la lucha contra esta práctica que aparece como sistemática en diferentes ciudades del territorio argentino. La respuesta generalizada de las líderes presentes es que el cuerpo de las mujeres (especialmente aquellas en estado de embarazo o con hijos menores) actúa como una especie de barricada en los procesos de lucha contra los desalojos. Tanto en acciones de resistencia como en procesos de judicialización de los conflictos, son las mujeres las que ponen su cuerpo como instancia de defensa ante el poder policial o judicial del Estado. Lo cual nos lleva a reconocer, en el marco del extractivismo urbano, una clara relación entre la defensa del territorio y el cuerpo femenino.
El recorrido por las resistencias barriales no deja lugar a dudas de que las mujeres son protagonistas del sostenimiento de las luchas y la auto-organización colectiva. En el marco del análisis sobre el ecofeminismo, Leff se pregunta: ¿hay una afinidad natural de las mujeres con la naturaleza que legitima sus reivindicaciones sociales y las vuelve voceras privilegiadas de los derechos de la naturaleza? (2004). En este sentido podríamos abrir este mismo interrogante respecto de si existe una afinidad, natural o no, de las mujeres con el hábitat que las lleva a ser portavoces del derecho a la vivienda. Una respuesta anticipada nos lleva a pensar que los roles de cuidado impuestos a las mujeres, el asimilamiento histórico de lo privado con lo femenino y la tarea de reproducción de la vida familiar establecen especificidades que atribuyen a las mujeres una relación particular con la vivienda y el barrio; que si bien no puede ser concebida como natural, sí puede privilegiar o fortalecer su participación protagónica en las resistencias por el hábitat y la vivienda digna.
Es corroborable que las mujeres han dejado y siguen dejando su huella protagónica en el desarrollo de las resistencias urbanas por la vivienda y la tierra. Actualmente asistimos además a otro florecimiento que traerá sus implicancias particulares: las mujeres de los barrios populares, los asentamientos y las villas se están insertado paulatinamente en el movimiento feminista o reconociéndose como tal. Este proceso será vital para contrarrestar el impacto del extractivismo urbano, en tanto creemos que una de las principales herramientas de lucha contra este modelo de planificación de la ciudad es, precisamente, el urbanismo feminista.
Fuente: Agencia de Noticias FARCO
Las ciudades son una proyección de necesidades, deseos y valores capitalistas y preponderantemente patriarcales. Es por ello que, hasta ahora, las ciudades han estado planificadas bajo la lógica de la producción y el desarrollo económico, y es este paradigma que un urbanismo con perspectiva de género puede romper, proponiendo ciudades diseñadas pensando en las personas y por tanto en la reproducción y mejora de las condiciones de vida de todos y todas.
No se trata solamente de realizar adecuaciones urbanas para subsanar problemáticas que afectan exclusivamente a mujeres y niñas, sino de integrar la lógica de la reproducción y el cuidado como ejes del diseño urbano para el tránsito hacia ciudades más humanas, mejor vivibles, sin desigualdades de ningún tipo, y lógicamente sin reproducir roles de género socialmente impuestos. Es allí donde se encuentra la potencialidad y necesidad de incorporar al urbanismo feminista en la planificación de la ciudad en general, y en los procesos de lucha por el reconocimiento de derechos de las poblaciones de los asentamientos y villas, en particular.
Los pañuelos verdes en los cuellos de las luchadoras de Parque Esperanza son muestra de que el feminismo está impregnando otras resistencias y ello es una clave fundamental para la superación de las ciudades pensadas para la reproducción del capital. El feminismo inserto en las luchas por el hábitat traerá la posibilidad de barrios y ciudades proyectados para la reproducción de la vida y eso implica necesariamente volver a la vivienda como derecho, al barrio como territorio de vida y a la ciudad como bien común. En un contexto así, los desalojos serán parte de una prehistoria urbana a la que será imposible retornar.
Ana María Vásquez Duplat es Politóloga. Investigadora del Centro de Estudios y Acción por la Igualdad –CEAPI-, militante de La Ría, corriente crítico feminista.
Acosta, A. (2012). “Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma maldición”, en: Grupo Permanente de Trabajo sobre Alternativas al Desarrollo. Más allá del Desarrollo, Ediciones América Libre, Buenos Aires.
Leff, E.: Ecofeminismo: el género del ambiente, en: Polis Revista Latinoamericana, No. 9, 2004. Disponible en:https://polis.revues.org/7248 Pintos, P. (2011) Tensiones del urbanismo neoliberal en: https://polis.revues.org/7248